(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de junio del 2017.)
Fue durante los 90s
que el rock mestizo vivió sus días de esplendor. En los circuitos ajenos al
mainstream, ya respiraba cuando se morían los 80s: conviene recordar que el primer disco de Maldita Vecindad Y Los Hijos Del Quinto Patio data de 1989, y
Mano Negra, el grupo vasco-francés (para el) que (se) inventó la etiqueta;
también dio sus primeros pasos en aquella lejana década (Patchanka en 1988 y Puta’s Fever en 1989). Lástima que el rock mestizo, al que equivocadamente se le
llamó asimismo “rock fusión”, no sobreviviese al cambio de década/siglo/milenio
-diez años de vitalidad plena y exultante, con todo.
Como pasa con
(casi) cualquier género sonoro, el cadáver del rock mestizo alimentó la
corriente principal/pasteurizada de la música pop hasta que de él no quedó ni
la osamenta. Por ello, no deja de sorprender la manera en que su leit motiv
central ha reencarnado a través de lo que vengo definiendo desde hace algunos
años como “electrónica mestiza”, y que no es otra cosa que aquello que la mass
media tilda de “cumbia digital” -en circuitos internacionales del hemisferio
norte, han sido más inteligentes para bautizarle: “global bass”.
El Cuarto De Juegos
no se acomoda ni a lo que fuera antaño el rock mestizo ni a lo que es hoy la
electrónica mestiza. De hecho, es bastante equivocado suponer que parte de uno
u de otra para crear su propia música, o excavar su propio nicho. Cuando
escuché por primera vez a la ligera el debut, Procesión (2017), daba la engañosa impresión de ser efectivamente
rock mestizo. Cachosamente, a la tercera escucha se parecía más a la “nueva canción latinoamericana” que los
folkloristas aupaban en el amanecer de los 70s. Quince vueltas después, he
concluido que se trata de una mixtura entre éste y el sonido de la vieja cumbia
psicodélica peruana.
Mezcla no siempre
equilibrada, y no siempre mezcla, por otro lado. La apertura de “Hasta Cuándo”
podrían haberla firmado, con un poco más de incidencia en la pentafonía
altoandina y pese a sus vientos de ascendencia mexicana, Inti Illimani, Illapu
o los mismísimos Jaivas de sus años formativos. No es la única vez que sucede
-ahí están también “Llama Ancestral” o “A Los Bosques Me Interno Yo”. Curioso
que suceda con este último tema: aunque Los Kjarkas se han arrogado siempre la
autoría, ECDJ lo presenta como “tradicional”. Como fuere, la versión que nos resulta
más conocida es la de Los Destellos, el mítico combo de cumbia de Enrique
Delgado.
De otro lado, hay
temas de Procesión que sí gozan de
ese balance entre cumbia de vieja escuela y sonido vernáculo del ande
sudamericano. Se cuentan entre éstos el track homónimo de la presente entrega,
“El Presagio” o “Querencia”. Intuyo que es allí donde más debería incidir a
futuro la banda: sobre una estructura básica de folklore nutrido en janca y
jalca, ensayar variaciones que abunden en matices tropicales, como
reivindicando la música amazónica y la cultura del Oriente perucho. El álbum
genera cierto grado de adicción debido justamente a estas características, cuya
combinación produce ese efecto de agradable/apacible embriaguez.
El Cuarto De Juegos
son los hermanos Tomás, Martín y Manuel Del Prado (cuya media de edad no excede
el cuarto de siglo); y (¿ocasionalmente?) Martín Prada. Formado en Barranco, el
grupo nace producto de la concepción del disco La Amistad Del Aire (2012), rodaja adicional que acompaña el libro
homónimo del escritor (y tío) Santiago Del Prado -y que es algo así como un
“disco número 0” para el conjunto-. Insólitamente, los músicos citan como
referentes a Daniel Johnston, al Nobel Dylan y a Bob Marley; entre otros. La
influencia debe darse a otro nivel -letras, quizá, muchas de ellas entre
místicas y totalmente crípticas.
En lugar de una
melodía preciosa como “Llama Ancestral”, se me ha pegado al tímpano “El Baile
De La Policía Intergaláctica”, acaso por su efectismo brutal y seductor.
Pregunta: ¿a alguien más que haya escuchado el disco, la guitarra de este tema en
particular le recordó a la peculiar, inigualable técnica de digitación del
inmortal Vini Reilly?
Únete al Oriente.
PD: Puntos extras
por la portada. El nombre del cuarteto proviene del ambiente en la casa
familiar donde jugasen los hermanos Del Prado cuando niños. Gran acierto de los
padres al haber conservado algunos juguetes de su propia infancia para que la
prole los conozca/los use: se trata de los muñequitos de plástico que
reproducían a Ultraman y Ultrasiete, así como a la galería de monstruos con que
se ayudaban/se enfrentaban -todos ellos en rojo, para la carátula de Procesión. La misma iniciativa que tuve
yo para con Marcelo, quien ahora juega con ellos en el castillo armado con
PlayGo del antiguo (entre robots convertibles, Transformes y un Varitech posado
en el torreón posterior izquierdo).
Hákim de Merv
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