(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de diciembre del 2015.)
Hubo un período de
la música pop -esto es, aquella que no fue concebida dentro de conservatorios o
academias- en que cada disco publicado desde las trincheras excavadas por el avant
garde era un mazazo para las neuronas. Aquí y en la Conchinchina. Las
vanguardias que arremetieron en los 90s tras jornadas como el Loveless (1991), el Incunabula (1993) o el Systemisch
(1994); sometieron al pop mainstream a un severo cuestionamiento en torno a sus
mecanismos de asimilación de todo lo que provenía desde el underground. Y hubo
un momento en que el pop mainstream se estancó, no pudo ya digerir propuestas
tan acres y contemplativas en su desafiante concepción como el noise binario o
el post rock, y cerró fábrica para estancarse en una versión de sí mismo
estereotipada hasta la caricatura. Y en ese mismo momento, también, las
vanguardias dejaron de ser tales para -imitando al pop mainstream- exprimir el
papel carbón copiándose hasta el hartazgo. En ese preciso instante histórico,
los principales teóricos del Primer Mundo sentenciaron: “Occidente debe
descansar”. Temeraria afirmación, no falsa del todo. Evidentemente, tampoco
verdadera del todo.
El nombre de
Christian Galarreta ya no debería ser nuevo para nadie que lleve años
conectado/a a la escena independiente nacional. Desde 1998, año en que se
editan tanto la maqueta póstuma de DiosMeHaViolado como el split Alustru (Bla)3 de Fractal y Evamuss,
Galarreta editó sin descanso material adscrito a las principales corrientes
digitales de vanguardia. Muchos son los momentos estelares que entregó durante
sus años como Evamuss (1998-2003), y otro tanto puede decirse de sus discos
firmados con nombre civil (2002-2007). Algo, sin embargo, se perdió hacia el
ocaso de este último período -último también antes de emprender viaje por
Europa y Norteamérica: las ideas comenzaban a repetirse, se le daba prioridad a
los procesos antes que a los resultados, la chispa creativa ya no incendiaba la
pradera como antaño... No sé, se lo he dicho a Christian siempre que he podido,
por escrito o de viva voz -y él ha respetado mi opinión, aunque no la
compartiese.
Un buen día, hace
poquito menos de cuatro años, Christian estuvo de visita en Lima. Tuvo la
enorme amabilidad de obsequiarme un ejemplar de la primera rodaja que acababa
de lanzar con su nuevo proyecto -Sajjra. No comenté este trabajo porque me hizo
pensar en demasiadas cosas. De que Galarreta había abandonado el encorsetado
formato del ruidismo no me cabían dudas, pero había algo más allí, que se
resistía a ser codificado. En Lima empezaba entonces a hablarse con soltura -y
no poca ligereza- de harsh noise, de chill-wave, de vapor-wave; como si
estuviésemos viviendo una segunda edición del festival de los crossovers que
ofreció el rock en los 90s. Ninguna de estas nuevas etiquetas servía para
Sajjra, pero todas aludían a sendos filones de su ¿música? Filones que
aparecían y desaparecían según lo dictaminaba el individualista.
Dos años después,
Sajjra ha regresado con un álbum que ha dejado a casi todos muy atrás.
Probablemente sea un riesgo decir que The҉ Śun ͟Rem̷ai̸ns ̛T̀he S͘am̀e̵ es una versión mejorada del epónimo
debut, pero es un riesgo que justifica correrse. Aunque son sólo
cuatro temas, la cantidad de ideas que el plástico descerraja es
bastante mayor que la de su predecesor. La Fidelidad a observar en el “adecuado”
registro sonoro es una instancia en la que Galarreta siempre se ha zurrado,
ciertamente. Según el período que atravesaba Christian, ésta podía ser bajísima
(Arritmia, 1999) o simplemente no
existir (Pitsisiroiti, 2003). No por
las puras, alguna vez se habló de “no-fi” para referirse a Evamuss. La Melodía,
por el contrario, mantuvo relación de amor/desgano con el autor. Desgano al
final de los días de Evamuss, amor -ígneo, desbordante- al principio de éste y
también de la re-asunción de su identidad natural (Primavera Lap Top, 2003).
Los discos de
Sajjra dan la impresión de querer convencerme de la madurez plena del artista.
Pareciera que cada variable estético-sónica testeada por Christian durante sus
20 años como ¿músico? hubiese encontrado un lugar que ni calzado, en medio del
mosaico sonoro que ahora firma bajo el alias de Sajjra. Si quieres un color
general, podría aventurar una nueva etiqueta, que hasta ahora a nadie he visto
que se le ocurra: vapor-fi. La Fidelidad antedicha no es ahora rechazada ni
maltratada, sino escondida. Obviamente no es lo mismo. Un velo de tul también
esconde, igual que hace un mosquitero -para sugerir, para jugar al misterio,
para perderse en espejismos urdidos por la propia mente. Aquello que esconde The҉ Śun ͟Rem̷ai̸ns ̛T̀he S͘am̀e̵ no es, felizmente,
una ilusión falaz. Es todo lo contrario: una suerte de
aislacionismo pop que asume diversas encarnaciones según
cada tema. La apertura “M̕eta̴̢̛m̀orf̶os̀i̵s”, por ejemplo,
parece venida de una dimensión paralela -una en la que la salsa y el bliss
infestado de loops punzoindustriales pueden coexistir en una misma canción y
sonar en las radios más pacharacas. “In̸oc̡ent̸e̶ T̢o͏rtura”, por su parte, podrían
haberla firmado unos Neubauten narcotizados en plan harsh noise. “A͢u͠ro͏ra”, en tanto,
remite a esa acústica etérea tan característica
de marbetes como el shoegazing y el bliss out -pero son las voces procesadas
las que perlan el tema.
El párrafo aparte
va para “T̡h͝e̷ S̷oun̵d ͝Rem̡ai͜n͢s T͢he ͜S̛àm͢e”, vuelo que
rebasa los 25 minutos de duración y que se
convierte en una clase maestra de minimalismo/maximalismo, una travesía
por la superficie de prístinas masas acuosas de infinita belleza, plagadas de
icebergs como palacios que se dibujan y desdibujan sin descanso -un
lánguido/¿senescente? estudio del Sonido con letras mayúsculas.
A pesar de haber
sido publicado dos meses antes de que acabase el 2015, The҉ Śun ͟Rem̷ai̸ns ̛T̀he S͘am̀e̵ reúne
todas las cualidades para convertirse en el disco peruano del año. Pocos, muy
pocos podrían hacerle la pelea. Creo que el único a la altura del reto es el Wishes de Dreams On Board. Quizá me
olvide por allí de uno o dos. El resto -sorry, muchachones-, varios peldaños
más abajo.
Bienvenido de
vuelta, Christian. Se te extrañaba.
Hákim de Merv
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