(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de diciembre del 2016.)
Pocas, muy pocas
son las bandas peruanas del circuito independiente que han obtenido consensos
mayoritarios del público ad hoc. Por una u otra razón, éste se cansa después de
algunos años o discos -o es la banda la que se desintegra tras una andadura
corta, también por una u otra razón. Voz Propia no es de estas últimas, sino de
las primeras -pero más de una vez el Destino le puso ad portas de invertir esa
figura.
Y es que no llegas
a cumplir 30 años de existencia ileso/a, sin arrugas ni cicatrices. A la par de
discos, en tres décadas juntas además historias y disyuntivas mil; la última de
las cuales fue la dolorosa partida -cinco días después del deceso de David
Bowie- de Carlos Magán (a) “Boui”, bajista de VP y uno de los contados miembros
originales que seguía arma en ristre desde la formación del combo (fines de
1985). Por su carisma colectivo, por su extraordinario legado dark (plasmado en
cuatro maquetas de antología), por su estupenda reinvención pop durante la
segunda mitad de los 90s; Voz Propia es un referente histórico en el contexto
del rock nacional.
Festejando los
treinta calendarios alcanzados, la banda de Miguel Ángel Vidal lanzó en
diciembre pasado nuevo trabajo discográfico, Una Vida Feliz. Previamente, y gracias a la cooperación entre Muki Records y Trilce Discos -sello
responsable de un fantástico vinilo recopilatorio de VP-, grupos y artistas
varios de la escena confluyeron en la edición de un álbum doble que ha sido
ampliamente comentado en medios. Me refiero a Hasta El Fin: Tributo A Voz Propia (2016).
Al ser Voz Propia
una de las alineaciones más queridas y respetadas del país, es evidente que
todos los conjurados en este tributo han acudido al llamamiento encantados.
También es lógico pensar que cada acto ha elegido la canción del repertorio
vozpropiano de su preferencia, o en todo caso la segunda en predilección. No
puede discutirse, entonces, el cariño y la emoción que cada uno de los
convocados ha puesto en su participación para este díptico. Lo que sí puede
discutirse, en cambio, son los resultados.
Como pasa por regla
general en homenajes de este tipo, hay proyectos que han tomado las versiones
originales y no han practicado demasiados cambios, lo cual no es necesariamente
un demérito. Asimismo, hay nombres que han adaptado los temas de VP a sus
propios códigos, lo cual tampoco es necesariamente un plus, pues tales
transmutaciones pueden devenir para mejor o para peor. Y claro, no faltan
algunos números que se mueven entre ambas llamémosles “categorías”.
Podemos ubicar en
la primera gaveta a Cementerio Club, Irinum, Mar De Copas, La Garganta Del
Caimán, Ciudad Gragea, Extraño Deseo, Bajo Sospecha, Dolores Delirio... Sus
versiones no trastocan drásticamente el espíritu de las composiciones
originales, lo que se hace más palpable en nombres de ascendencia dark -como el
de Ilusión Marchita, que no aporta nada al repaso de un clásico de la talla de “Te
Voy A Exterminar”. Hay excepciones, no obstante: a pesar de no desviarse del
modelo, Verde Luna (“En Mi Mente”) y Moldes (“Noscivo El Aire”) sudan lo
suficiente como para hacer amenos sus sobrios covers.
En el primer folio
de la segunda gaveta, el de las “adaptaciones para peor”, habitan pocos grupos,
pero los hay. No sé hasta qué punto es un problema real de adaptación y hasta
qué punto se ha sido incapaz de ejecutar la respectiva vuelta de tuerca a
despecho del eventualmente radical contraste sonoro. Y aunque quisiera
inclinarme por lo primero, existen en este mismo tributo tracks que me
convencen de lo segundo. Para no hacerla más larga, Los Mortero, Barrio
Calavera, Inyectores y Demencia fallan en su intento por apropiarse
convincentemente de las canciones de Voz Propia.
En el segundo folio
está lo más sabroso de Hasta El Fin...:
Grupo Miel, Ysabel Omega (nomás too much con el autobombo), Dios Hastío (de
Oscar Reátegui y José Morón), Muñeca Rota, Duende Del Hueco (de Manuel Umbert),
La Base, Paisaje 3 (de Mauricio Miranda y Raúl Begazo), El Aire (de Jose Javier
Castro), Cocaína, Varsovia (de Dante Gonzáles y Fernando Pinzás), Reino
Ermitaño... Reemplazando nombres por los respectivos géneros abrazados,
encuentro una amplia gama de posibilidades expresivas acometiendo con razonable
éxito la tarea de reinterpretar los temas de Voz Propia: electrónica, reggae,
crustcore, indie, rock pesado, trip-gaze, doom metal, synth punk; planeando
sobre los armazones melódicos de “El Piloto”, “Espejo Quebrado”, “Ellos”, “Las
Piedras”, “Ya No Existes”, “Claro De Luna”, “Invisible”, “El Momento” o “El
Club De La Pelea”. Matices diversos para celebrar merecidamente a una de las
agrupaciones más grandes que han visto estas comarcas. Aquí, por supuesto,
esperamos que sean muchos años más juntos.
Felicidades, Voz
Propia.
Y llegamos a la
encrucijada de rigor. ¿Con qué tema ilustrar las virtudes de este doble,
dedicado a los difuntos “Boui” y Leo Bacteria (“quien tuvo este mismo proyecto
y no lo pudo concretar”)? Pues con algo que demuestre que puedes asumir la
relectura de un clásico como Voz Propia sin entrar en conflicto con tu perfil
gritante y rabioso.
Hákim de Merv
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