(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de abril del 2015.)
Tradicionalmente,
no suele ser muy complicado teorizar sobre las influencias sonoras que esgrimen
las bandas nacionales. Hay ramalazos de originalidad, sí, sobre todo en la
ejecución, en el color aplicado a los temas, en la concreción de conceptos...
En lo tocante a la materia misma de la Música, sin embargo, aún estamos en debe
-salvo las excepciones de rigor, que las hay.
Taxonómicamente,
Búho Ermitaño ha comportado cierto desafío, que he preferido dejar de encarar
hasta que el espíritu estuviese adecuadamente predispuesto. La esencia de su
música es de raigambre 70s por donde se le mire, pero el combo se las arregla
para sonar tan contemporáneo como puede sonarnos a estas alturas el stoner
rock. Aludir a este género no es gratuito en el caso de BE: no se identifica
claramente con él, es cierto, si bien las frecuencias del sexteto sincronizan
espontáneamente sobre todo con los momentos más equilibrados y/o ascéticos de
la antedicha tendencia.
Búho Ermitaño -nada
que ver con el proyecto limeño de doom Reino Ermitaño, por siaca- son Irving
Fuentes, Leonardo Pando, Juan Camba, Ale Borea, Diego Pando y Franz Núñez
(estos dos últimos son los miembros que fundaron el grupo allá por el 2008). A
la fecha, su único trabajo es Horizonte
(G.O.D Records, 2014). El tremendo debut, apuntalado por algunos directos de
los que he recibido muy buenos comentarios, es monolítico y solvente (aunque
esto último no al 100%): vertebrado por hercúleos tours de force que superan
sin despeinarse la barrera de los 10 minutos, estos vastos jams no temen pisar
el acelerador para convertirse en breves tormentas -ahí es donde les falta
soltarse un poco más.
Este rapaz nocturno
y algo misántropo tiene, además, el tino de añadir los sabores indicados a su
paleta sonora cuando ésta lo demanda -como en “Impresiones De Marcahuasi”,
donde se dejan escuchar un charango, una quena, entre otros instrumentos
vernáculos. Definitivamente un buen timing, lo que nos faculta a hablar, más
que de diletantismo (lo que implica cierta superficialidad); de un crisol
alimentado por el blues, la psicodelia de vieja escuela, el hard, el prog, el
heavy, el space, obviamente el stoner -los dos últimos temas de Horizonte ya se decantan nítidamente por
ese camino- y hasta por pequeñas dosis de jazz, kraut rock y folk. Sin media
cuerda vocal en el trip. Una gratísima revelación.
Hákim de Merv
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