(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de diciembre del 2016.)
(Qué difícil nos la
pone ese hábito tuyo, Aldo, de lanzar un álbum de Registros Akásicos poquito
antes de que se acabe el año; aún cuando se trate de una publicación virtual
que sólo precede a la respectiva edición física. La rompes de principio a fin,
sí, colándote por los palos en los recuentos de fin de año, y ya son dos de dos
-pero más parece un disco del subsiguiente verano/año, por la cantidad de
escuchas que le doy antes de lograr desengancharme...)
Fiel a su
costumbre, el dúo Registros Akásicos difundió su nuevo trabajo cuando ya
mermaba el 2016, el segundo en su corta y (aún así) brillante carrera. Debo
haber sido de los primeros en enterarme, pues fue el propio Aldo Castillejos
quien muy amablemente me envió el link de descarga. Lo que hace dos años pudo
ser mera coyuntura, entonces, acaso hoy pueda entenderse como parte de una
estrategia de asalto a los charts muy bien craneada. No diré que fue el mío un
error de percepción al reseñar el Mariana
(2014) sin subrayar entonces todo lo necesario las circunstancias de su
aparición, sino una meritoria jugada de la dupla compuesta por Aldo y Sandra
Villarreal.
Menos de un mes
después, Hearts apareció
merecidamente entre las primeras posiciones de los rankings anuales ’16 de la
escena independiente nacional, en algunos casos incluso ocupando el sitial de
honor. La prensa especializada se ha rendido a la deslumbrante metamorfosis que
ha atravesado el tándem, mostrándose en Hearts
bastante lejos de las forestas que visitasen en su primer esfuerzo -por si no
lo recuerdas, un trip maridado de kraut rock y new wave, que remitía
inequívocamente a los históricos germanos La Düsseldorf. Y aquí es donde sí
puedo señalar un primer error, mío, o tal vez es que Registros Akásicos,
llamado a ser uno de los más grandes proyectos en nuestra historia pop; es
demasiado para este par de orejas.
“Metamorfosis”, he
dicho, pero es probable que el término sea inexacto. Antes de escuchar el Hearts, volví al Mariana, para tenerlo más presente a la hora de escuchar el nuevo
largo y de paso volver a paladearlo. Tras escuchar el Hearts, volví al Mariana,
para entender qué había sucedido. Hecha la comparación, se me ocurrió pensar en
ese subvalorado film del gran Willem Dafoe, Anamorph
(2007). Anamorfosis es, sospecho, un vocablo que se amolda más a lo que ha
ocurrido entre uno y otro episodio. Te propongo dos simpáticos ejercicios.
Primero, corre al diccionario a averiguar qué demonios es “anamorfosis” (sin chistar,
que la operación ayudará a que dejes de ser un autómata). Y segundo, plantéate
una escucha trans-ver-sal del Mariana.
La síntesis de ideas que ambos prácticas te den, acaso pueda ayudarme a ser
mejor comprendido en mi alegato.
Acabo de teclear “síntesis”.
Invoco aquí la acepción de esa palabra referida al acto de condensar una serie
de procesos de activa creación, como la fragmentación y el hibridaje -productos
ambos del Caos, puestos ya a contextualizar, que la música pop atravesó en los
90s. Caos en el buen sentido, por supuesto: una época en que los muros
colapsaron, en que las mezclas más alucinantes/”malversadas” tuvieron lugar
(vg. el retrofuturismo), en que la experimentación quedó codificada como un
género en sí y se dio maña para acercarse al pop mainstream, y en que nació
aquello que el crítico español Juan Manuel Freire ha llamado acertadamente “el
subgénero infinito”. En el caso de Registros Akásicos, en Hearts, éste es el post pop electrónico.
Me imagino que
muchos se habrán quedado de una pieza al comprobar cómo la batería y las
guitarras del Mariana simplemente
desaparecieron. Hearts es
esencialmente instrumental, salvo en “Try Me Out” y en “Invisible” -pero al
margen de ello, estos cortes participan de la impronta de todo el disco. Música
electrónica altamente emotiva, surrealista en su corporeidad (muchos tracks
funcionan a la perfección en las pistas de baile sin estar específicamente
diseñados para ello), insistentes ritmos miméticamente pop, melodías
quebradizas y susurrantes, extensiones fantasmales y/o desarrollos ulteriores
del synth ochentero (“1991”, “Les Aurores Boreales”), del IDM, del ambient...
Aunque corta, Hearts es una jornada rotunda. Pese a
que su tema más largo, el kraftwerkiano “Y Todo Este Tiempo...”, supera los 8
minutos; la media es de 4.30 minutos por pista. Si hubiese sido a la inversa,
creo que nadie se habría dado cuenta -la extensión es lo de menos cuando nos
enfrentamos a discos como éste, que pone de acuerdo a los fans de la música
electrónica, a los melómanos que buscan resultados estéticos de primer orden, y
a los amantes del dance floor. Incluso podría agradar a un público mayoritario,
si la puerta no estuviera resguardada bajo siete llaves en manos de la cobarde
y repugnante FM local.
Felicitaciones, Sandra
y Aldo, otra vez. Triunfo total.
Hákim de Merv
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