(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de junio del 2016.)
Aparecido
aproximadamente en el año 2010, el vaporwave debe ser el primer género
trasvasado en nacer al interior de las comunidades online donde han coincidido
músicos y melómanos. O al menos debe ser el primero que, además, crece
desarraigado de las oquedades dance que lo vieron germinar. Existe, es verdad,
el precedente del IDM, que surgió como paliativo a la urgencia de un lugar de
reposo momentáneo en medio de maratónicos eventos trance/goa. Pero el
vaporwave, presumible descendiente del chillwave, del witch house y del
seapunk; y que encima reniega de ellos porque sus territorios son las pistas de
baile, irrumpió primero en el mundo virtual (¡¡¡¡!!!!).
“Vaporwave” no es
una etiqueta cuyo uso se limite sólo a la música. Es también plástica, estética
publicitaria cotidiana, discurso revulsivo contra el consumismo -y a la vez,
homenaje y hasta involuntaria parodia de ese vilipendiado consumismo, en su
incierta condición no declarada de “retrofuturista”. Todo esto, sí, pero en
primera instancia, uno de los nuevos códigos que se ha sacado de la manga la
música pop del siglo XXI. De ahí la pertinencia de hablar de “género trasvasado”.
Antaño, la
necesidad nos constreñía a esperar un cierto lapso de tiempo entre el
surgimiento de la novedad y su emulación. Hoy, que el mundo está interconectado
hasta grados inimaginables, no terminas de subir tu canción, tu video o tu
disco; y ya tienes comments o seguidores. Imposible que el vaporwave, acaecido en los tiempos de Internet 2.0, fuera a ser la excepción -ya ha cosechado
cultores a lo largo de todo el planeta... incluyendo Perú y balnearios.
Curiosamente, en
nuestro país existen no pocos solistas que adoptan múltiples identidades
paralelas, fenómeno que se produce casi siempre en aguas electrónicas. Dos
ejemplos palmarios: 1) Antonio Chávez (a) K19, gestor de holocaustos post
industriales como K.I.L.L., N y Naiadra Muriática; y 2) Erik Bullon, fundador
de Pychulator y perpetrador de sórdidas exploraciones sónico-nocturnas como
Error Genético y Maximum Terrorem. El dato viene al caso si voy a hablar de
Miyagi Pitcher, pues se trata del alias vaporwave del mismo impulsor que
también opera bajo los nom de guerre de Siam Liam, Ban And Flap, Alcalöide y
Ozono. ¿El común denominador de todos ellos, fuera del músico cuyo nombre
mantendré en el anonimato? Chip Musik.
Miyagi Pitcher
debuta en noviembre del año pasado gracias a un disco muy recomendable, Blonde, editado en sociedad con Dorog Records. Es éste un interesante ejercicio de estilo: la gelidez de la
primigenia new wave (John Foxx en primerísimo lugar), el saqueo indiscriminado
de clásicos de los 80s pero también de jingles muzak coetáneos, el empleo
intuitivo del TimeStretch y del Pitch para respectivamente alargar los samples
y bajarles/subirles el tono de escala (bajarles, cuando se lidia con el
vaporwave), la deliberada bruma entre narcótica y lo-fi con que se recubren
temas de una orfebrería -la electrónica- que justamente se caracteriza por la
limpidez de registro... Todas éstas son características del vaporwave, de las
que también hace gala Miyagi Pitcher. Los fantasmas de hits ochenteros como “Careless
Whisper”, “(I'll Never Be) Maria Magdalena”, “Secret” o “Self Control” se
pasean completamente travestidos en Blonde;
valiéndose de una práctica no privativa del subgénero de marras (recuerda el
sample “superdeformed” de "10.15 Saturday Night" de The Cure con que
acomete Massive Attack su "Man Next Door"), pero que sí ha convertido
en uno de sus principales let motivs.
En febrero del
2016, MP lanza un adelanto de lo que sería su nueva obra, Velvet Eyes 7". El sencillo virtual de descarga gratuita
incluye una versión instrumental del tema del mismo nombre, y como lado B la
pieza “Venus 88’’ Express” (ambas composiciones han sido recuperadas en el
subsiguiente trabajo, la primera en su versión definitiva y la segunda rebautizada
como “Express 88”). El single muestra un sonido más sedimentado con respecto al
Blonde, una suerte de vaporwave
recalibrado, de sampleos menos reconocibles (o inexistentes).
Lanzado en mayo de
este año, Honey parece un disco
destinado a mover de coordenadas a Miyagi Pitcher, aunque tal vez esté pecando
de alarmista. Más que vaporwave, el output sonoro es un híbrido sofisticado
entre éste y el harsh noise de, digamos, Ozono. De cualquier forma, es evidente
que se le ha dado muchísimo más peso a la chamba en teclados, programaciones y
demás accesorios (la guitarra, las voces susurrantes); que a los sampleos o
deconstrucciones. Jugadas de este último tipo, sólo una en Honey: “C4U”, reelaboración de “Crazy For You”, clásico de los
bienamados Slowdive. En cambio, las atmósferas entre surreales, futuristas y
corrosivas que conjura Honey
desbordan los límites mismos del vaporwave -pero sin dejar atrás esa frialdad
maquinal que asimismo le es inherente.
Difícil elegir
entre uno u otro disco como el mejor en la corta carrera de MP. La lógica
dictaminaría que Honey, pues aquí el
individualista comienza a probar su propia voz, si bien todavía no llega
plenamente a ella. Pero Blonde,
aparte de ser fácil la primera referencia vaporwave a nivel nacional, puede
enganchar -y sobradamente satisfacer- a quienes ya han escuchado el Floral Shoppe (2011) de Macintosh Plus
(otro a.k.a. de la americana Vektroid). Tal vez lo que puede inclinar la
balanza por ahora es la participación de Cassie Leclair en el Honey: su prístina voz, debidamente
reprocesada según lo amerite la ocasión (“Drendita”), contribuye a iluminar el
majestuoso horizonte sónico en el que se mueve Miyagi Pitcher. Eso, y el
detallito casi esquizofrénico de las colaboraciones tanto de Alcalöide como de
Siam Liam.
UPDATE
COMPLEMENTARIO
Hákim de Merv
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